Hay que saludase!

martes, diciembre 01, 2009

BIEN Y MAL

Amigos, no os lo vais a creer, pero acabo de ser testigo del hecho más extraordinario que os podáis imaginar. Una batalla. Una batalla épica entre el bien y el mal. En riguroso directo. El bien lo encarnaba un superhéroe con aspecto de esquimal, vestido con pantalón corto, de mirada penetrante, musculatura normalita, gordura evidente e inteligencia oculta. Su contrincante, el representante del mal, era una especie de monstruo diminuto de color blanco que, a lomos de un dragoncillo de color gris clarito, morro chato y discutible valor, profería gritos injuriosos contra su rival en un idioma que únicamente yo podía comprender.

Me pararon bruscamente por la calle cuando iba de camino a un bar-cafetería para tomarme un vermut con porras y me pidieron que, a modo de árbitro, les indicase el comienzo de la contienda. El comienzo del duelo se demoró unos minutos puesto que me entraron unas ganas tremendas de hacer pis y me tuve que ir al árbol más cercano. Fue un pis breve, callejero, más fruto de los nervios que de la necesidad, a pesar de lo cual a El Buen Esquimal le dio tiempo a quedarse dormido de pie. Sólo fui capaz de despertarle cuando le propiné un cariñoso beso esquimal en la nariz.

Al despertarse, El Buen Esquimal bostezó, se desperezó y, así sin más, agarró al dragoncillo de El Mal por el pescuezo y se lo echó al gaznate devorándolo en menos que canta un gallo. Y tras un sonoro eructo volvió a caer en un profundo sueño.

Esta vez no fui yo quien le despertó sino que fue El Mismísimo Mal quien, furioso, le atacó a traición mordisqueándole los abductores y retorciéndole las rodillas causándole la temida triada, lo que acabó con El Buen Esquimal en el suelo. Al caer, El Buen Esquimal hizo un socavón. Es lo que tiene ser gordo.

A pesar de que el ataque en los abductores no está permitido en las peleas entre El Bien y El Mal, pasé por alto esta manifiesta infracción cometida por El Mismísimo Mal, dado que El Buen Esquimal se levantó a las 3 horas sin aparentes secuelas y dispuesto a no dar la batalla por perdida.

El Buen Esquimal, que para entonces estaba rabioso, se quitó la manopla y le propinó a El Mismísimo Mal un bofetón con la mano abierta, ¡zas, en toda la boca! El golpe resultó tan estético como eficaz, lanzando a El Mismísimo Mal a varios kilómetros de distancia y dejándole con la cara roja como un pimiento. A pesar de haberse visto privado de su montura, El Mismísimo Mal no se amilanó e, incorporándose a duras penas, le hizo un provocador gesto con la mano a El Buen Esquimal como dándole a entender que deseaba que le diesen mucho por el culo. Aunque él no lo sabía, ése fue el peor error que El Mismísimo Mal pudo cometer: y es que con la inviolabilidad del ano de los esquimales no se juega. Así que El Buen Esquimal decidió cortar por lo sano y acabar con esa pantomima de modo que, tras una profunda inspiración, lanzó una especie de grito de guerra tan ininteligible como desagradable y procedió a sentarse con todo su culazo de gordo encima de El Mismísimo Mal. Como os habréis imaginado, eso no hay quien lo resista y El Mismísimo Mal feneció irremediablemente. Fue una muerte trágica pero rápida. Pero trágica al fin y al cabo.

El Buen Esquimal, que en el fondo era un trozo de pan, se arrepintió inmediatamente de lo que había hecho. El pobre sollozó y sollozó sobre mi hombro durante largo rato en busca de un consuelo que, sin duda, yo no podía proporcionarle. Al final lo que pasó es que, para tratar de limpiar su conciencia, El Buen Esquimal decidió sufragar los gastos del sepelio. Este gesto, todo hay que decirlo, aunque loable, hizo escasa mella en el bolsillo de El Buen Esquimal dado que el mal llamado “sepelio” consistió, básicamente, en una repetición del proceso seguido con el dragón: El Buen Esquimal engulló sin inmutarse el cuerpecillo inerte de El Mismísimo Mal a fin de que éste pudiese reunirse con su corcel dragoniano y así pasar juntos el resto de la eternidad. “Él lo habría querido así”, musitó aún lloroso El Buen Esquimal tras un nuevo y sonoro eructo. Desde entonces es habitual, al referirse a El Buen Esquimal, utilizar la coletilla "tiene el mal adentro", como diría Alejandlo Amenabal.

Y así, amigos, es como pude, de una vez por todas, irme al bar-cafetería a tomarme mi vermut con porras. ¡Qué ricas!

He dicho!

Pd. Por cierto, que hice una fotillo de recuerdo...