Hay que saludase!

jueves, junio 14, 2007

DIFÍCIL DIAGNÓSTICO

Hubo un día, hace ya bastante tiempo, que me levanté de la cama sin poder levantarme. Me caía y me levantaba y a veces me levantaba sin haberme caído. Era todo muy raro y por momentos me asusté. Mucho. Pasados unos minutos, empecé a oir voces dentro de mí. Como es lógico, lo primero que pensé fue que estaba embarazado ("¡Malditos condones reutilizables!"). Pero descarté la idea en cuanto recordé que era más puro y virgen que alguien que no la haya metido en caliente en su vida. Sea como fuere, el caso es que la voz seguía ahí y yo, más tranquilo tras descartar el embarazo, me puse a hablar con mi propia voz interior. Yo hablaba para fuera, como acostumbro, pero la voz me dijo que no me oía así que empecé a hablar para adentro. Es cosa incómoda lo de hablar para adentro, pero mola. A mí siempre me han molado este tipo de chorradas. Supongo que será por eso que la gente dice que soy un "chorras". Por eso o por mi chorra. No lo sé.

El caso es que seguí caminando. A duras penas, más que nada porque todos los síntomas que habían ido apareciendo a lo largo del día continuaban allí, acumulándose y manifestándose al unísono, de manera que empezaba a parecerme peligrosamente a la pizarra de Gregoy House. Y eso que sólo eran las 10.30 am. En total que iba por la calle cayéndome, levantándome (no necesariamente en ese orden), hablando para adentro y, en definitiva, dando un espectáculo tragicómico dgno de verse y despertando todo tipo de reacciones entre los viandantes: unos se asustaban y huían despavoridos, otros parecían molestos y/o asqueados y otros se mostraban azorados (a nivel vergüenza ajena... que yo sentía como propia). La tónica común, sin embargo, era el lanzamiento de cantidades diversas de dinero: la gente parecía disfrutar tanto con lo cómico de mi aspecto y modo de actuar que una súbita generosidad invadióles como por arte de birli-birloque y, con una alegría inexplicable para cualquier persona sensata que, como yo, sienta un irremediable e irracional apego por el vil metal, dedicaron varios minutos de su tiempo a lanzarme sus dineros, monedas y billetes. Aquello no me hizo rico, no, mas con el dinero recaudado pude acercarme dando gritos (nuevo síntoma) hasta un herbolario no cercano para, previo pago, adquirir en propiedad un bálsamo a base de otros bálsamos. El bálsamo en cuestión se llamaba "Mejunje" así que yo lo pedí exactamente así: "Deme cuarto y mitad de Mejunje, hágame el favor, señorita boticaria". La verdad es que el que atendía en el herbolario era un negro de 2x2x2 (el último 2, probablemente de rabo), pero a los dependientes de herbolario siempre acostumbro a llamarles "señorita boticaria". No puedo evitarlo. Me encanta además que me digan "Espere, que voy a mirar en la rebotica" y, si no me lo dicen, les sigo pidiendo más productos hasta acertar con alguno que tengan que ir a buscar a la rebotica...

Me tomé el Mejunje y me sentí mucho, pero que mucho mejor, la verdad. Aún así, mis síntomas seguían agravándose (ahora me paraba en todos -y cuando digo todos, quiero decir absolutamente todos- los escaparates y, en uno de cada dos, entraba a preguntar si aquello era un taller de motos llevándome un disgusto tremendo cuando me decían que no y, sobre todo, cuando me decían que sí). Así que decidí ir a ver a Doctor. Doctor es un amigo mío que conoce muchísimo sobre el cuerpo humano. Le pregunté que cuál creía que era el mal que mi cuerpo estaba invadiendo. En un primer momento sospechó del lupus pero lo descartó porque eran ya pasadas las 14h y según dijo, es raro que el lupus te ataque justo antes de comer. Descartado el lupus, pues, el único diagnóstico posible que explicaba todos mis síntomas era la muerte. Según mi amigo Doctor, la muerte es una afección bastante común que, habitualmente, hace que te mueras. La certeza sobre mi propia muerte no me inmutó porque soy un tío que siempre ha sentido un gran desprecio por su vida y que no ha dudado ni un minuto en arriesgarla cuando no era menester. Y, si no me creen, den un repaso a mis hazañas...

En fin, que, como casi siempre, Doctor tenía razón y un buen día me morí. Y recuerdo que cuando me morí, me convertí en el color gris. Pero esa es otra historia...

He dicho!