Hay que saludase!

viernes, diciembre 01, 2006

Mi húmeda morada

Durante un año y medio viví en una cueva. Poca gente lo sabe; yo diría más: mucha gente lo ignora o, directamente, lo obvia. ¡La gente hace unas chorradas!. Mi cueva era bonita, probablemente la más bonita del mundo. Pero estaba llena de agua. Y fue así, a la fuerza, como aprendí a flotar primero y a nadar después. Como a casi todos los que han vivido alguna vez en una cueva, me gustaba más flotar boca abajo que boca arriba. Probablemente fue por esta razón que un día sucedió que me ahogué, produciéndoseme la muerte (instantánea). Nada grave, en cualquier caso, porque yo, que estoy muy por encima de la vida y la muerte, me autoresurreccioné en un espacio de tiempo muy, muy breve.

Mi cueva, (a la que yo llamaba “Mi Húmeda Morada”) estaba sita en la costa manchega, cerca de Cercedilla. Había osos de mar a los que, cariñosamente, yo llamaba “osos de mar”. No sé si los habéis visto alguna vez. Son muy monos. Son como los osos, pero de mar, y cuando alguna vez se les sube un grillo en el lomo, son capaces de hacer un sonido con el lomo casi idéntico al de los grillos. Es curiosísimo, en serio. Os he hecho un dibujo de un oso de mar para que os hagáis una idea de cómo son (creo que me ha quedado bastante bien):

También había peces, todos ellos muy grandes, casi enormes. Al principio me daban un poco de miedito (los peces), pero luego me integré. Les contaba chistes y les encantaban, aunque nunca se reían, porque los peces no se pueden reír, pero no pasaba nada, a mí no me sentaba mal. Había uno que les gustaba a todos muchísimo, sospecho que porque juega con el doble sentido de las palabras y además es de peces. Dice así: se encuentran dos peces y, en un momento de la conversación, uno de ellos le pregunta al otro “¿Y tu padre qué hace?” y el otro le responde “Nada”. Así se termina el chiste. Así escrito tiene también mucha gracia, pero contado de viva voz te da mucho más la risa. La verdad es que yo lo contaba muy bien. Unas veces imitaba a Eugenio y otras veces a Chiquito. A tobos les gustaba más Chiquito. Bueno, a tobos menos a uno que era gilipollas. Se llamaba Pez.

Una vez se pelearon un pez y un oso de mar. Yo iba con el oso (de mar). No porque me cayese mejor, sino porque tenía toda la razón. La movida empezó porque el pez (que también se llamaba Pez, igual que el que era gilipollas, pero distinto) insultó con muy mala idea al oso de mar llamándole “oso no de mar” con bastante retintín. Como es natural, al oso de mar (que se llamaba Oso Maroso) aquello le sentó fatal y se fue a por Pez. Oso Maroso se lió a darle pellizcos a Pez, pero Pez ni se inmutaba porque entre que Oso Maroso tenía las zarpas (las de Oso Maroso) llenas de aletas y que Pez tenía la piel (la de Pez, no el gilipollas, sino el insultador) así toda mojada y resbaladiza, los pellizcos de Oso Maroso nunca hicieron mella en el cuerpo de Pez. En total, que al final les separamos y la cosa no pasó a mayores. De hecho, ahora Oso Maroso y Pez son supercolegas, así, como lo oís. Esta anécdota es muy divertida; yo siempre que me acuerdo me empiezo a reír y a reír con unas risotadas que son tremendas. Y como ésta, os podría contaros anécdotas a cascoporro… pero no lo voy a hacer.

Una de las mejores cosas que tenía mi cueva era que no me costaba nada; simplemente un día, al despertar, aparecí allí, y allí me quedé: ni papeleos, ni alquileres ni nada, oiga. Echaba las tardes haciéndome largos en mi cueva. Competía contra mí mismo, para poder saborear siempre tanto la victoria como la derrota, no como Kasparov, que es un hijo de puta. Así sucedió que, cuando finalmente decidí dejar la cueva, tenía las manos y los pies tan arrugados que me recordaban a las típicas cosas que están muy arrugadas.

Como podéis ver, mi vida en la cueva era muy sencilla pero yo disfrutaba como pez en el agua. Después de mi paso por la cueva, me fui a vivir a un nido de codorniz, en una rama de un eucalipto. Pero esa es otra historia…

MORALEJA: Yo lo tengo clarinete: si pudiera elegir un sitio para vivir, me quedo con Mi Húmeda Morada. Lo malo es que mi cueva ya no existe más. La destruí antes de que ella me destruyera a mí.

He dicho!

3 Comments:

At 9:15 p. m., Anonymous Anónimo said...

tomo nota, nota.
STONE

 
At 6:09 p. m., Anonymous Anónimo said...

Genial.

besarsen!

 
At 11:32 a. m., Blogger NicoRP said...

A mí Kasparov me caía bien, aunque sé que en realidad era un hijo de puta...

Ahí lo dejo.
Ale.

 

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