Hay que saludase!

jueves, septiembre 21, 2006

Las Kiwi-aventuras de El Antipodo en Nueva Zelandia!

Lunes, 18 de septiembre de 2006

Donde Nacho decide volverse a Espana y me quedo solo en las Antipodas...

Nacho, una vez mas, repite la misma operacion que lleva practicando con sorprendente precision durante toda nuestra estancia en nuestra Australia no natal: entre las 6:00 a.m. (hora local) y las 6:30 a.m. (hora local) tiene los ojos como platos. Yo a lo mio, que a esas horas no es otra cosa que dormir a pierna suelta... ese es mi poder! "Ya que no hemos podido ver koalas, trataremos al menos de imitarlos" -me digo.

Tras la ducha de rigor, comenzamos a 'empacar' y, aunque el grueso el trabajo quedo perfeccionado la vispera, a Nacho le esperaba lo mas peliagudo, a saber, montar la artilleria pesada... vamos, los canones. Para ello tuvo que ingeniarselas como pudo, en plan McGiver (Patty y Shelma Bouvier se habrian puesto loooooocas si le hubiesen visto), pues para tan belica tarea contaba, como unicas materias primas, con:

(1) 2 hamacas colgantes de nula utilidad practica (y si no al tiempo): Precio (que no valor) = 85AU$ each.

(2) un backgammon cuyo tamano le convierte claramente en acreedor al calificativo de "Australian Big Thing" y cuya antiguedad sospecho que excede la de la Homer-fregoneta. Precio (que no valor) = 20AU$.

(3) un saco de dormir supercaliente (mucho mas que el mio) y superpequeno (de nuevo, mucho mas que el mio). Valor / Precio = ?

(4) un rollo de cinta de embalaje de la buena (color mierda clarito) adquirida (previo pago) en una tienda de souvenirs tipicos australianos (!!??). Valor = precio = 2AU$.

El resultado final fue todo un exito: un arma demoledora compuesta por 2 mortiferos hamaca-canones unidos para siempre por un backgammon, un saco de dormir y cinta de embalaje.

Armado, pues, con los canones, y completado (acertadamente en mi opinion) su uniforme con un mochilon, una mochila (del Atleti) y la sempiterna bolsa del aeropuerto repleta de folletos y folletines varios, se irguio el gran Nacho en toda su estatura y salio con paso firme de la habitacion numero 36 del Glebe Village Hostel que bajo su techo nos habia cobijado durante las dos ultimas noches, para enfrentarse a su destino, no sin antes encargarse de romper con toda crudeza la puerta de la habitacion, sospecho que imbuido del belicismo que sus canones le transmitian.

Una vez llegados a la recepcion y aclarado el incidente-agresion de la puerta con un laconico "No worries; we'll fix it" por parte de la despreocupada recepcionista, encargamos un 'shuttle' (al que, en adelante, nos refeiremos como 'trolebus') para el aeropuerto para las 11:54 a.m. (hora local), yo reserve una cama para esa noche en el dormitorio comun numero 11, pagamos 13AU$ y 22AU$ respectivamente por tales gestiones, dejamos el armamento de Nacho en la habitacion numero 1 y salimos a dar un ultimo pirulo. No pudimos evitar, sin embargo, detenernos en nuestro camino a pelotear un rato al ping-pong con escaso exito deportivo (digamos que rara vez se dignaba la pelota a tocar la mesa, sin importarle un pito -al menos aparentemente- tanto el ridiculo y la indignidad en que con tal actitud nos hacia caer a nosotros, sus despiadados golpeadores, como la contradiccion manifiesta en que dicha ausencia de roce o contacto 'mesil' incurria con el nombre que, no por azar sino con animo harto descriptivo, le habia sido dado al juego que era su razon de ser: el tenis de MESA), pero con gran exito de publico (pues los perennes tirados ali presentes disfrutaron de lo lindo viendo juguetear a los que, a buen seguro, eran conociados como los 'graciosos homosexuales-osos espanoles' ('funny Spanish bear-gays')).

Tras este rato de asueto y deporte, pusimo, ahora si, pies en polvorosa y comenzamos a pisotear (por enesima vez) nuestra queridisima Glebe Point Road calle arria. Vimos las tiendas, puestos, bares, cafeterias y restaurantes de siempre hasta que nos decidimos a entrar en uno en el que atendia una china que, imagino que peleada con su raza, parecia haber optado, en un gesto de rebeldia digno de elogio, por tener caderas y culo y, lo que es mas sorprendente (y grato para el ojo entrenado) , por moverlos al nadar. Buen producto. Buena china.

El desayuno no fue ligero: Nacho insistio con los huevos pochados al estilo benedictino con salsa holandesa que tan contundente resultado nos habian dado en Townsville, mientras que yo me incline por un desayuno vegetariano consistente basicamente en... cuatro fajitas meicanas como cuatro soles! El agua ('tap water') como unico acompanamiento ayudo, no cabe duda, a compensar el exceso de calorias que nos estabamos infligiendo.

Despues de dejar que la china nos quitase el dinero correspondiente al desayuno que nos acababamos de apretar, volvimos al hostal, al encuentro del trolebus que habria de trasladar a Nacho al aeropuerto. Este llego 15 minutos (hora local) mas tarde de la hra prevista (que, recordemos, eran las 11:45 a.m. (hora local)), tiempo mas que suficiente para que Nacho, sacando el poco caracter espanol que para entonces le quedaba e ignorando los dictados del 'easy-going' australiano, se quejase a la recepcionista la cual, valiendose del aparato telefonico que tenia mas a mano, confirmo a mi amigo que no habia ningun problema ("Si que hay un problema -pense yo para mis adentros- que el trolebus de mi amigo llega con retraso!"). En total, que el ansiado trolebus llego y, una vez cargado el equipaje y los canones y hecha la pertinente foti (con camara digital desechable, claro) a Nacho ataviado con su equipacion de guerra al completo, despedida y adios. Ya estaba solo, en un continente no desconocido y cuya lengua no me es totalmente ajena. De repente, lo veo clarinete... a la que pueda me chindo a la vecina Nueva Zelanda!

Me apresure, pues, a la calle en busca de dos objetivos claros: (1) una conexion a la 'interne' y (2) un billete (barato) de avion hacia mi proximo destino. El primer objetivo resulto, como no podia ser de otraa forma, de facil consecucion: metime en la tienda que, con tanta eficiencia, nos habia proporcionado (previo pago) una tarjeta (de prepago) de movil autraliano hacia ya un mes y medio. Precio de la conexion: 2AU$/h. Muy competitivo. Buen producto que me convencio de inmediato y me pse a navegar: escribi varios emails (entre ellos, uno infomando a Nacho de que se habia vuelto a olvidar su carnet de conducir, una vez mas; definitivamente, Nacho se resistia abiertamente a cargar con el en el viaje) e intente, si bien infrutuosamente, comprar 'on-line' el billete que de alli me sacara (al parecer, las reservas 'on-line' no se pueden hacer con tan poca antelacion). Una vez afrontado el pago del justiprecio por los servicios informaticos que me habian sido prestados, procedi a perdar 50 Euros y a cambiar otras 35 Euros. Resultado: en un santiamen habia pasado de tener 85 Euros en el bolsillo, a tener 55AU$. Mala gestion; seria la ultima en Australia. Forzado entonces a encontrar mi billete de avion en el mundo no informatico, interrogue a cuantas agencias de viaje halle a mi paso (que no fueron pocas) hasta dar con una que me ofrecia exactamente el mismo servicio que las demas pero quitandome 160AU$ menos a cambio. Procedi a su compra inmediata. Buena gestion. Acababa de recuperar, de un plumazo, los 50 Euros perdidos... y es que quien no se consuela es porque no quiere.

Ya con los billetes en mi poder, me puse a pirular un poco, que es lo que a mi me gusta. Llgue a Darling Harbour y me tome una cerveza en la cerveceria James Squire, en una mesa alta de esas tan chulas de las que, por lo general, carecemos en Espana y mirando al oceano mientras trataba de darle un empujon (con bastante exito, por cierto, ya que logre terminar el capitulo V) al tremendo toston que me habia autoimpuesto como lectura (a saber, 'La Interpretacion de los Suenos' de Sigmund Freud).

Regrese, tras mi experiencia cervecil y lectora, al hostal con la firme determinacion de encargar, a cambio del pago de no mas de 13AU$, un trolebus que me depositase en el aeropuerto (ya fuese a mi solo o junto con mas gente, eso me era indiferente) a la ahora deseada, esto es, a las 7:30 a.m. (hora local), dos horas antes de la pretendida salida de mi vuelo. Para llegar al aeropuerto a la referida hora, me propusieron que el trolebus en cuestion me recogiese en el hostal... a las 6:10 a.m. (hora local)!!! Me negue en rotundo, aterrado (como es natural) por la mera perspectiva de semejante madrugon, con el resultado de que el trolebusero pasaria finalmente a recogerme a las 6:40 a.m. (hora local). Asi si, asi si!

Solucionadas todas las fases de mi transporte al pais vecino, y despues de anunciar dicha nueva a traves del email, tome la determinacion de dirigir mis pasos al lugar al que Nacho y yo no nos habiamos atrevido a ir en los siete dias que en total habiamos pasado en Sydney: Newtown.

En menos de 30 minutos (hora local) andando, mis pies caminaban sobre los baldosines y el asfalto de King St., avenida principal del barrio de Newtown: zona muy comercial y con pocos hoteles-pubs pero petada de lugares de comida rapida y restaurantes, casi en su totalidad (como no) asiaticos y/o turcos y/ indios. Pasee y pasee hasta que me canse, adentrandome entonces en un garito para ingerir un mas que merecido zumo de cebada de medio litro. Tortureme alli nuevamente con una nueva sesion de 'La Interpretacion de los Suenos' (este libro me lo termino: a malas, pero lo termino!) y volvi sobre mis pasos hasta el hostal. De camino me alimente a base de kebab, compre pilas para la linterna y nada mas. Llegue al hostal, me acoste, puse el despertador a las 6:00 a.m. (hora local) (el madrugon seguia siendo de campeonato!), escuche algo de musiqui........ti!! y me dormi como el angelito que soy.

He dicho!